martes, 30 de abril de 2013

San José, hombre de trabajo


"Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor... Servid a Cristo Señor" (Col 3, 23 s.)

¿Cómo no ver en estas palabras de la liturgia de hoy el programa y la síntesis de toda la existencia de San José, cuyo testimonio de generosa dedicación al trabajo propone la Iglesia a nuestra reflexión en este primer día de mayo? San José, "hombre justo", pasó gran parte de su vida trabajando junto al banco de carpintero, en un humilde pueblo de Palestina. Una existencia aparentemente igual que la de muchos otros hombres de su tiempo, comprometidos, como él, en el mismo duro trabajo. Y, sin embargo, una existencia tan singular y digna de admiración, que llevó a la Iglesia a proponerla como modelo ejemplar para todos los trabajadores del mundo.

¿Cuál es la razón de esta distinción? No resulta difícil reconocerla. Está en la orientación a Cristo, que sostuvo toda la fatiga de San José. La presencia en la casa de Nazaret del Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de su esposa María, ofrecía a José el cotidiano por qué de volver a inclinarse sobre el banco de trabajo, a fin de sacar de su fatiga el sustento necesario para la familia. Realmente "todo lo que hizo", José lo hizo "para el Señor", y lo hizo "de corazón".

Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el ejemplo de este "hombre justo". La experiencia singular de San José se refleja, de algún modo, en la vida de cada uno de ellos. Efectivamente, por muy diverso que sea el trabajo a que se dedican, su actividad tiende siempre a satisfacer alguna necesidad humana, está orientada a servir al hombre. Por otra parte, el creyente sabe bien que Cristo ha querido ocultarse en todo ser humano, afirmando explícitamente que "todo lo que se hace por un hermano, incluso pequeño, es como si se le hiciese a Él mismo" (cf. Mt 25, 40). Por lo tanto, en todo trabajo es posible servir a Cristo, cumpliendo la recomendación de San Pablo e imitando el ejemplo de San José, custodio y servidor del Hijo de Dios.

Al dirigir hoy, primer día de mayo, un saludo cordialísimo a todos vosotros, (...), mi pensamiento va con todo afecto especialmente a los trabajadores presentes y, mediante ellos, a todos los trabajadores del mundo, exhortándoles a tomar renovada conciencia de la dignidad que les es propia: con su fatiga sirven a los hermanos: sirven al hombre y, en el hombre, a Cristo. Que San José les ayude a ver el trabajo en esta perspectiva, para valorar toda su nobleza y para que nunca les falten motivaciones fuertes a las que pueden recurrir en los momentos difíciles.

Autor: Beato Juan Pablo II
Fuente: Catholic.net

sábado, 27 de abril de 2013

Juan Pablo II y el mandamiento del amor


En el antiguo Israel el mandamiento fundamental del amor a Dios estaba incluido en la oración que se rezaba diariamente: «El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Queden en tu corazón estos mandamientos que te doy hoy. Se los repetirás a tus hijos y les hablarás siempre de ellos, cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes y cuando te levantes» (Dt 6, 4-7)

El libro del Deuteronomio recuerda dos características esenciales de ese amor. La primera es que el hombre nunca sería capaz de tenerlo, si Dios no le diera la fuerza mediante la «circuncisión del corazón» (cf. Dt 30, 6), que elimina del corazón todo apego al pecado. La segunda es que ese amor, lejos de reducirse al sentimiento, se hace realidad «siguiendo los caminos» de Dios, «cumpliendo sus mandamientos, preceptos y normas» (Dt 30, 16). Ésta es la condición para tener «vida y felicidad», mientras que volver el corazón hacia otros dioses lleva a encontrar «muerte y desgracia» (Dt 30, 15).

El mandamiento del Deuteronomio no cambia en la enseñanza de Jesús, que lo define «el mayor y el primer mandamiento», uniéndole íntimamente el del amor al prójimo (cf. Mt 22, 4-40). Al volver a proponer ese mandamiento con las mismas palabras del Antiguo Testamento, Jesús muestra que en este punto la Revelación ya había alcanzado su cima.

Al mismo tiempo, precisamente en la persona de Jesús el sentido de este mandamiento asume su plenitud. En efecto, en Él se realiza la máxima intensidad del amor del hombre a Dios. Desde entonces en adelante amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, significa amar al Dios que se reveló en Cristo y amarlo participando del amor mismo de Cristo, derramado en nosotros «por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5, 5).

La caridad constituye la esencia del «mandamiento» nuevo que enseñó Jesús. En efecto, la caridad es el alma de todos los mandamientos, cuya observancia es ulteriormente reafirmada, más aún, se convierte en la demostración evidente del amor a Dios: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos» (1 Jn 5, 3). Este amor, que es a la vez amor a Jesús, representa la condición para ser amados por el Padre: «El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21).

El amor a Dios, que resulta posible gracias al don del Espíritu, se funda, por tanto, en la mediación de Jesús, como Él mismo afirma en la oración sacerdotal: «Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17, 26). Esta mediación se concreta sobre todo en el don que Él ha hecho de su vida, don que por una parte testimonia el amor mayor y, por otra, exige la observancia de lo que Jesús manda: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 13-14).

La caridad cristiana acude a esta fuente de amor, que es Jesús, el Hijo de Dios entregado por nosotros. La capacidad de amar como Dios ama se ofrece a todo cristiano como fruto del misterio pascual de muerte y Resurrección.

La Iglesia ha expresado esta sublime realidad enseñando que la caridad es una virtud teologal, es decir, una virtud que se refiere directamente a Dios y hace que las criaturas humanas entren en el círculo del amor trinitario. En efecto, Dios Padre nos ama como ama Cristo, viendo en nosotros Su imagen. Ésta, por decirlo así, es dibujada en nosotros por el Espíritu Santo, que como un artista de iconos la realiza en el tiempo.

También es el Espíritu Santo quien traza en lo más íntimo de nuestra persona las líneas fundamentales de la respuesta cristiana. El dinamismo del amor a Dios brota de una especie de «con-naturalidad» realizada por el Espíritu Santo, que nos «diviniza», según el lenguaje de la tradición oriental.

Con la fuerza del Espíritu Santo, la caridad anima la vida moral del cristiano, orienta y refuerza todas las demás virtudes, las cuales edifican en nosotros la estructura del hombre nuevo. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, «el ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es el "vínculo de la perfección" (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino» (n. 1827). Como cristianos, estamos siempre llamados al amor.

Beato Juan Pablo II
Audiencia del miércoles 13 de octubre de 1999
Fuente: Juan Pablo Magno.org

miércoles, 24 de abril de 2013

Canonización de Juan Pablo II avanza a pasos agigantados


CIUDAD DEL VATICANO, 23 de abril.- 
El proceso que llevará a Juan Pablo II a la santidad dio un paso más y “se acerca a pasos agigantados” el día de su reconocimiento como santo de la Iglesia, tras la certificación de un grupo de médicos del Vaticano a un “milagro” atribuido a su intercesión.

En días pasados los científicos de la Congregación para las Causas de los Santos reconocieron como inexplicable una curación que habría tenido lugar luego de insistentes rezos a la memoria del beato Karol Wojtyla, según reveló este martes el diario italiano La Stampa.

Este trámite corresponde al primer escalón de cara a la santidad. Ahora el “milagro” debe ser analizado y certificado por una comisión de teólogos, primero, y un grupo de cardenales, después. Si todos dan su voto positivo, entonces el expediente será sometido a la atención del papa Francisco.

La normatividad eclesiástica establece como necesaria la certificación de dos “milagros” para que una persona sea reconocida como santa. En el caso de Juan Pablo II su beatificación llegó tras la curación inexplicable del mal de Parkinson de una monja, Marie Simone Pierre.

“Todo ha tenido lugar con un gran secreto, con la máxima discreción. En enero, el postulador de la causa, monseñor Slawomir Oder, presentó a la Congregación vaticana para los santos para un dictamen preliminar una presunta curación milagrosa”, indicó el reporte de La Stampa.

“Los pasados días ha sido discutido por una comisión de siete médicos, presidida por el doctor Patrizio Polisca, cardiólogo de Juan Pablo II, médico personal de Benedicto XVI y ahora del papa Francisco”, agregó.

Tras el visto bueno de la comisión médica, el expediente fue turnado a los teólogos. La velocidad con la cual está avanzando el proceso hace pensar que el reconocimiento como santo de Wojtyla podría llegar incluso durante el presente año.

El Papa polaco ya tuvo una beatificación en tiempo récord, apenas poco más de seis años después de su muerte. La presidió Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011.

Aunque califica como “prematuro” indicar fechas para la canonización, el periódico indica como una posibilidad el próximo domingo 20 de octubre, aprovechando la fiesta litúrgica asignada al beato Wojtyla fijada el 22 de ese mismo mes.
 Fuente: www.excelsior.com.mx

sábado, 20 de abril de 2013

Domingo del Buen Pastor y de las Vocaciones


“El Buen Pastor, según las palabras de Cristo, es precisamente el que "viendo venir al lobo", no huye, sino que está dispuesto a exponer la propia vida, luchando con el ladrón, para que ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese dispuesto a esto, no sería digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no pastor”

Beato Juan Pablo II
Audiencia General
Miércoles 9 de mayo de 1979

Coincidentemente con el Domingo del Buen Pastor, la Iglesia dedica este día a la Oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas. La siguiente es una oración compuesta por el Beato Juan Pablo II:

Padre Bueno, en Cristo tu Hijo nos revelas tu amor, nos abrazas como a tus hijos y nos ofreces la posibilidad de descubrir, en tu voluntad, los rasgos de nuestro verdadero rostro.

Padre santo, Tú nos llamas a ser santos como Tú eres santo. Te pedimos que nunca falten a tu Iglesia ministros y apóstoles santos que, con la palabra y con los sacramentos, preparen el camino para el encuentro contigo.

Padre misericordioso, da a la Humanidad extraviada, hombres y mujeres, que, con el testimonio de una vida transfigurada, a imagen de tu Hijo, caminen alegremente con todos los demás hermanos y hermanas hacia la patria celestial.

Padre nuestro, con la voz de tu Espíritu Santo, y confiando en la materna intercesión de María, te pedimos ardientemente: manda a tu Iglesia sacerdotes, que sean testimonios valientes de tu infinita bondad. 

¡Amén!

sábado, 13 de abril de 2013

La misión pastoral de Pedro

En el Evangelio del Domingo III de Pascua (San Juan, capítulo 21, versículos 1-19) leemos el momento en que Jesús confirma a Pedro como piedra
fundamental de la Iglesia.                    
Al respecto el Beato Juan Pablo II expresó lo siguiente en su Catequesis del 10 de marzo de 1993:

"...De los pasajes del Nuevo Testamento que hemos analizado varias veces en las catequesis anteriores se deduce que Jesús manifestó su intención de dar a Pedro las llaves del Reino, como respuesta a una profesión de fe. En ella Pedro habló, en nombre de los Doce, en virtud de una revelación que venía del Padre. Expresó su fe en Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Esta adhesión de fe a la Persona de Jesús no es una simple actitud de confianza, sino que incluye claramente la afirmación de una doctrina cristológica. La función de piedra fundamental de la Iglesia que Jesús confirió a Pedro comporta, por consiguiente, un aspecto doctrinal (cf. Mt 16, 18-19). La misión de confirmar a sus hermanos en la fe, que también le confió Jesús (cf. Lc 22, 32), va en la misma dirección. Pedro goza de una oración especial del Maestro para desempeñar este papel de ayudar a sus hermanos a creer. Las palabras «Apacienta mis corderos», «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-17) no enuncian explícitamente una misión doctrinal, pero sí la implican. Apacentar el rebaño es proporcionarle un alimento sólido de vida espiritual, y en este alimento está la comunicación de la doctrina revelada para robustecer la fe. De ahí se sigue que, según los textos evangélicos, la misión pastoral universal del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, comporta una misión doctrinal. Como Pastor universal, el Papa tiene la misión de anunciar la doctrina revelada y promover en toda la Iglesia la verdadera fe en Cristo. Es el sentido integral del ministerio petrino”.

Se puede leer la catequesis completa de Juan Pablo II en Audiencia General en la Plaza San Pedro del 30 de mayo de 1992 haciendo clic acá.

Fuente: El camino de María

miércoles, 10 de abril de 2013

«Se parece a Wojtyla»


Poco después de las 7, cerradas ya las puertas de la Basílica Vaticana, Francisco fue a rezar ante la tumba de Juan Pablo II, y allí estuvo a la hora, en la que se cumplían 8 años exactos de su muerte. El Papa acudió en compañía del cardenal Comastri, arcipreste de la Basílica de San Pedro, y del secretario personal que ha tomado prestado de Benedicto XVI, el monseñor maltés Alfred Xuereb. Después, Francisco se detuvo brevemente ante las tumbas del Beato Juan XXIII y de san Pío X.

No hubo palabras públicas del Papa Francisco en el octavo aniversario de la muerte de Juan Pablo II, pero Radio Vaticano rescató antiguas intervenciones del cardenal Bergogio. «Recordamos a un hombre coherente que una vez nos dijo que este siglo no necesita de maestros, necesita de testigos, y el coherente es un testigo. Un hombre que pone su carne en el asador y avala con su carne y con su vida entera, con su transparencia, aquello que predica», decía el arzobispo de Buenos Aires en la muerte de Juan Pablo. «Este coherente que por pura coherencia se embarró las manos, nos salvó de una masacre fraticida», añadía hace 8 años; «este coherente que gozaba tomando a los chicos en brazos porque creía en la ternura. Este coherente que más de una vez hizo traer a los hombres de la calle, para hablarles y darles una nueva condición de vida. Este coherente que cuando se sintió bien de salud pidió permiso para ir a la cárcel a hablar con el hombre que había intentado matarlo».

Continuidad espiritual

Al informar en una nota de la visita de Francisco a la tumba de Juan Pablo II, la Santa Sede resaltó que tanto este gesto como la visita el día anterior a la tumba de san Pedro y a las grutas vaticanas, «expresa la profunda continuidad espiritual del ministerio petrino que el Papa Francisco vive y siente intensamente». El lunes, además de la tumba de Pedro, Francisco visitó las de Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo I. La Santa Sede aludió también al «encuentro y los diversos coloquios telefónicos» del Papa con su predecesor Benedicto XVI.

Francisco ha hablado estos días por teléfono también con monseñor Loris Capovilla, secretario personal de Juan XXIII. El prelado, de 97 años, ha contado emocionado la cariñosa llamada que recibió el lunes de Pascua de Francisco, que quería darle las gracias por la invitación a una breve obra de teatro escrita por Capovilla con motivo del Año de la Fe. El Papa le prometió que le visitaría pronto. El  próximo jueves 11 de abril, por cierto, se cumple el 50 aniversario de la encíclica Pacem in Terris.

«Se parece a Wojtyla»

El Papa Francisco ha sido comparado en reiteradas ocasiones con Juan XXIII, tanto por carácter, como incluso por semejanzas físicas, pero muchos han preferido destacar el parecido con Juan Pablo II, ya sea por su impulso misionero, por su ánimo decidido o por su devoción a la Divina Misericordia.

«A pesar de la lejanía geográfica, por lo que me consta, tuvieron varios encuentros y se profesaron una gran estima recíproca, ha dicho el postulador de Wojtyla, Slawomir Oder, en declaraciones al diario Avvenire. En la entrevista, afirma también que sería «bello verlo canonizado» durante este Año de la Fe, tal como se rumorea intensamente en Roma.

«Se parece a Wojtyla», dice, en una entrevista a Vatican Insider, el cardenal Stanislaw Dziwisz, actual arzobispo de Cracovia, y antiguo secretario personal de Juan Pablo II. «Estoy convencido de que la historia los unirá en una obra: haber abierto las puertas de la iglesia a todos, haciéndola más cercana a la vida cotidiana y concreta de la gente; por haber creado puentes incluso con mundos lejanos y adversos. Partiendo de la comunicación: Francisco tiene una forma de comunicar semejante a la de Wojtyla; lo hemos visto en estos primeros días, respeta el protocolo, pero adora hablar improvisando, con un lenguaje directo y claro».

Destaca también Dziwisz que si «Wojtyla luchó contra los extremismos del comunismo», Bergoglio combatió «las distorsiones de la teología de la liberación», e incluso encuentra semejanzas en las primeras palabras de ambos tras su elección: «Que Dios los perdone por lo que hicieron», les dijo el argentino a los cardenales. «¿Qué es lo que han hecho», fue la reacción de Wojtyla. «El sentido y la ironía son los mismos», dice el cardenal arzobispo de Cracovia.

En esa entrevista, Dziwisz se refiere también a las palabras que algunos medios pusieron en su boca, contraponiendo la renuncia de Benedicto XVI, a la heroica permanencia de Juan Pablo II, que no se bajó de la cruz. «Todavía me duele esa polémica, me atormenta todos los días, porque no dije eso... Yo quiero muchísimo a Joseph Ratzinger, inmensamente».

Foro Juan Pablo II

sábado, 6 de abril de 2013

Juan Pablo II y la devoción a la Divina Misericordia

La fiesta que celebramos el Domingo II de Pascua es, de entre todas las formas de la devoción a la Divina Misericordia, la que tiene mayor rango. Jesús habló por primera vez a Santa Faustina de instituir esta fiesta el 22 de febrero de 1931 en Plock el mismo día en que le pidió que pintara su imagen y le dijo: “Yo deseo que haya una Fiesta de la Divina Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer Domingo después de la Pascua de Resurrección; ese Domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia”. Durante los años posteriores, Jesús le repitió a Santa Faustina este deseo en catorce ocasiones, definiendo precisamente la ubicación de esta fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, el motivo y el objetivo de instituirla, el modo de prepararla y celebrarla, así como las gracias a ella vinculada.

Por fin, el 30 de abril del año 2000, coincidiendo con la canonización de Santa Faustina, “Apóstol de la Divina Misericordia”, el Beato Juan Pablo II instituyó oficialmente la Fiesta de la Divina Misericordia a celebrarse todos los años en esa misma fecha: Domingo siguiente a la Pascua de Resurrección. Con la institución de esta Fiesta, el Beato Juan Pablo II concluyó la tarea asignada por Nuestro Señor Jesús a Santa Faustina en Polonia, 69 años atrás, cuando en febrero de 1931 le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia”.  Dicha Fiesta constituye uno de los elementos centrales del Mensaje de la Divina Misericordia según le fuera revelado por nuestro Señor a Sor Faustina.

Información más amplia: clic acá.
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martes, 2 de abril de 2013

Siempre estás en nuestros corazones


Hace hoy exactamente ocho años, nuestro amado e inolvidable Juan Pablo II, terminaba su santa misión en esta tierra y se abrían para él las puertas del cielo.

En verdad, él nunca nos dejó… Sus enseñanzas, su ejemplo de vida, su amor por todos, siempre están con nosotros.

¿Cómo no recordarlo cuando nos decía: “¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! Repito hoy con fuerza: ¡Abrid, más aún, abrid de par en par las puertas a Cristo! ¡Dejaos guiar por Él! ¡Confiaos a su amor!”

Ya no está físicamente con nosotros, pero se ha ganado un triple lugar desde donde nos sigue acompañando: en el cielo, en los altares y en nuestros corazones que siempre lo tienen en vivo recuerdo.

Beato Juan Pablo II, ruega por nosotros.
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